viernes, 23 de enero de 2015

DUDAS II

No sabía qué hacer. Una parte de su cuerpo quería salir corriendo. Pero su corazón le decía que debía quedarse y enfrentarse a sus miedos. Decidió intentarlo, al fin y al cabo, no tenía nada que perder.
- Sé que estás ahí -dijo tratando de disimular el temblor de su voz.- Sé lo que quieres. Déjate ver y solucionemos esto de una vez.
Silencio. Quizás debería huir...
De repente oyó un movimiento. Alguien intentaba salir de su escondite. Se quedó mirando impresionada. Eso no era lo que esperaba. Allí, delante de ella, una criatura fascinante que jamás había visto trataba de salir de su escondrijo. No sabía muy bien cómo definirlo. Parecía un hombre, pues tenía dos piernas y dos brazos. Parecía un águila, dos grandes alas llenas de brillantes plumas negras salían de su espalda. Sin embargo, algo había en aquella criatura que hizo que se sintiera confiada. No tenía miedo.
- No eres quien creía. ¿Qué haces aquí?
La criatura no contestó. Se acercó lentamente para no asustarla. Sus grandes pies terminaban en unas afiladas uñas capaces de cortar un árbol en dos con apenas un ligero movimiento. Sus piernas eran fuertes y ágiles. Los brazos se parecían a los de los guerreros que tantas veces había visto en sus libros. Las manos eran delicadas, suaves como las de un bebé que acaba de abrirse paso al mundo. Su cara estaba llena de cicatrices. Sus ojos eran de un marrón hipnotizante, brillantes, llenos de vida, sabiduría y curiosidad.
- Soy Mirawen, señor de los cielos, montes y ríos de esta zona del mundo. Desde Biermen hasta Kajean. Todo lo que ves me pertenece. ¿Qué haces aquí, criatura extraña?
- Mi nombre es Ethean y soy hija del rey de Sidue, al este de Biermen.
La criatura hizo una pequeña reverencia. Ethean dudó unos instantes pero decidió que lo mejor era imitar su comportamiento para no ofenderlo. Lentamente se levantó y se inclinó. Mirawen se acercó a ella, la tomó de la mano y la condujo a través del bosque hasta otro claro mucho más grande. Allí había una cascada de varios metros de altura. Mirawen se sentó a la sombra de un árbol con hojas extrañas. 
- Ven y siéntate. Sé qué es lo que te preocupa. Te he estado observando y no eres una princesa cualquiera. Yo puedo ayudarte.
Ethean se acercó vacilante. No sabía si podía confiar o no en aquella criatura. Pero necesitaba ayuda. Y Mirawen se la estaba ofreciendo.

jueves, 13 de febrero de 2014

Dudas

No había nada fuera de lo normal en su pequeño paraíso. Todo estaba como siempre. El pequeño riachuelo se abría camino entre las malas hierbas que crecían a su alrededor, tratando de impedir que sus aguas se deslizarán hacia el horizonte. Los árboles seguían en el mismo sitio, altos y espléndidos como siempre. Sus ramas estaban repletas de un follaje verde brillante. Las sombras que proyectaban formaban dibujos indescifrables en el suelo. Aquí y allá se podían apreciar pequeñas huellas de algún animalillo que había ido en busca de un fruto jugoso que llevarse a la boca. Todo estaba en calma. Reinaba una tranquilidad casi palpable. Demasiada tranquilidad quizá.
Era un día soleado. No era caluroso. Simplemente soleado. Entre las hojas de los árboles se podían atisbar pequeños fragmentos de un cielo azul intenso. Tan intenso como el color de sus ojos cuando estaba feliz. Sin embargo, hoy sus ojos eran oscuros. Algo había pasado. 
Se sentó tranquilamente a la sombra de su árbol preferido. Sacó el libro y se sumergió entre sus páginas tratando de averiguar qué le pasaría hoy a su protagonista favorito. Ese era su momento preferido del día, libre de preocupaciones. Sin embargo, esta vez era diferente. Había algo en el ambiente que no debía de estar allí. Algo que le impedía concentrarse en su lectura. Levantó la cabeza y observó de nuevo el paisaje. Todo estaba en calma. Solo se oía el murmullo del agua del riachuelo y el susurro de las hojas al balancearse suavemente por la brisa veraniega. 
De repente, lo entendió todo. Alguien había estado allí. Alguien había entrado en su paraíso. Alguien había investigado el lugar con mucho cuidado para que nadie supiera que había estado allí. Todo estaba como siempre. Todo menos el aire. Tenía un olor diferente y eso delataba al culpable. Sabía quién era y qué quería. Incluso sabía que en ese mismo instante estaba escondido entre los arbustos del otro lado del riachuelo. No sabía qué hacer. ¿Quizá debería huir? Sí, era lo mejor. ¿O acaso era mejor quedarse y enfrentarse por fin a sus problemas, a sus miedos? No, mejor no. O sí, puede que ese fuera el momento del que todos hablaban. Puede que ya estuviera preparada como muchos decían. O tal vez no...

miércoles, 29 de enero de 2014

Bandas sonoras

¿Alguna vez os habéis parado a pensar en todo lo que puede transmitir una simple canción? ¿Alguna vez os habéis parado a pensar en qué sería una película sin una banda sonora? Mejor dicho, sin una BUENA banda sonora. No todas las canciones nos hacen sentir lo mismo y elegir la canción adecuada para el momento adecuado en ocasiones puede resultar complicado.
Os habrá pasado alguna vez que escucháis fragmentos de alguna canción e inmediatamente la asociáis con una película que acabáis de ver o que os ha gustado mucho, o las dos cosas. Seguro que no me equivoco al decir que todos conocéis está canción: 


Y, por supuesto, la escena a la cual acompaña... Ese momento tan indescriptible en el que Jack conduce a Rose hasta la proa del barco, extiende sus brazos, la abraza y Rose siente que está volando. Ambos se miran mientras sienten la brisa del mar acariciar sus rostros hasta que surge la magia y sus labios se juntan. El momento en sí es precioso... pero la canción ayuda a que se dibuje esa sonrisa en tu cara y tengas que secarte un par de lagrimillas que sin saber cómo han aparecido...
En cierto modo, las canciones ayudan a describir una escena de la película, un personaje, etc. Sin duda una de las  bandas sonoras más complicadas y que más me gusta es la de El señor de los anillos, y es que en la trilogía puedes encontrar canciones de todo tipo y perfectamente adaptadas a cada momento. 


Por ejemplo, esta canción es la que representa en cierto modo La Comarca. Si la escucháis atentamente no os costará mucho imaginaros un lugar parecido al de la película, lleno de verdes prados, gente alegre, tabernas completamente llenas, niños corriendo por los caminos y un pequeño rinconcito escondido en un bosque con un pequeño lago...Todo eso es lo que me viene a mí a la mente cuando escucho esta canción, en definitiva, paz y alegría... En cambio, esta otra se podría decir que es todo lo contrario:


En la película suele aparecer cuando nombran a Sauron o a Saruman y es que si os paráis a escucharla con detenimiento sentiréis algo así como miedo o ansiedad creciendo en vuestro interior. Algo se aproxima, no sabéis qué ni por dónde, solo sabéis que es algo malo. El sudor comienza a resbalar por vuestra frente, el miedo agarrota vuestros músculos, queréis despertar de la pesadilla pero no podéis porque es algo real...
A veces pienso que a mi vida le falta una buena banda sonora. A veces soy yo misma la que intento buscar una canción que se adapte a un momento determinado. Por ejemplo, hoy cuando salía del último examen me hubiese gustado que se oyera esta canción:


Os parecerá extraño pero después de un mes de estudio cuando salí del examen me sentí como Alan y Ellie cuando llegaron al "nuevo mundo" y se encontraron con el Brachiosaurus. En mi caso no había ningún dinosaurio esperándome en el pasillo pero sí varios días de libertad, un "nuevo mundo" sin tener que pasarme las horas y los días encerrada estudiando. Puede que resulte extraño pero es la canción que más se ajustaba en ese momento...
Y vosotros, ¿os animáis a ponerle banda sonora a vuestras vidas?

sábado, 11 de enero de 2014

No dejes de soñar

Estaba tranquilamente estudiando cuando de repente ha sonado esta canción en la radio y algo en mi interior se ha movido. Una luz se ha encendido.


Recuerdo a la perfección la primera vez que oí esta canción: estaba en una cafetería de la estación de autobuses de Teruel haciendo deberes de francés. La tele estaba encendida en un canal de música. Estaba sentada de espaldas a ella así que no le prestaba mucha atención, pero entonces la oí.
Mi autobús salió poco después así que aparqué la canción en un rincón de mi mente y continué con los problemas de aquel día. Admito que, aunque la enterré un poco, no la olvidé. Esta mañana cuando la he escuchado en la radio algo en mi interior se ha movido. Una luz se ha encendido. Creo que por fin he entendido algo muy importante. Al menos para mí.
Desde que somos pequeños soñamos con cualquier cosa y cada día con una cosa diferente. Hoy soñamos que somos princesas en busca de nuestro príncipe azul. Mañana soñamos que somos grandes científicas que acaban de descubrir la cura para el cáncer. Y así sucesivamente. Cuando somos niños es algo fácil que llegamos hacer casi sin pensar. El problema es que conforme vamos creciendo nuestros sueños dejan de ser sueños "de niños" y se convierten en sueños "de mayores": soñamos con una casa con chimenea, con un trabajo que nos proporcione un buen salario y un sinfín de cosas más.
Cuando somos pequeños tratamos de que esos sueños se hagan realidad. Nos metemos en el papel de la princesa, nos ponemos un vestido precioso y nos pintamos los labios con el maquillaje de nuestras madres. Jugamos a ser princesas para que nuestro sueño se cumpla. Pero cuando crecemos, simplemente soñamos o ni siquiera eso.
Os invito a que os sentéis cómodamente en vuestro sofá y dediquéis unos minutos a soñar. No importa con qué: con ese coche que acabas de ver, con el puesto de traductora que tanto ansías, con ese chico que tanto te gusta y al que no te atreves a hablarle, con ese libro que nunca llegaste a escribir... Con lo que sea. Eso sí, cuando hayas soñado, levántate y haz que se cumpla. Ese sueño es tan solo una muestra de lo que eres capaz de conseguir. Ese sueño es tan solo el principio de algo grande...
¡No dejes de soñar!

jueves, 9 de enero de 2014

Reflexiones varias

¿De qué vale tener 100 amigos en Facebook si cuando tienes un problema no acuden ni la mitad? 
La sociedad actual ha avanzado demasiado y demasiado deprisa. Atrás han quedado las conversaciones cara a cara, el ir a llamar a los amigos casa por casa, el salir a la calle y disfrutar de un día al aire libre. Sí, es cierto que la informática nos ha facilitado la vida, que las redes sociales nos permiten comunicarnos con más facilidad y un montón de cosas más que estoy segura de que ya sabéis pero a cambio nos ha quitado algo muy importante, la comunicación. Y es que en la era de la comunicación, es cuando más incomunicados estamos.
Da pena ir caminando por la calle y encontrarse con jóvenes sentados en un banco o en una terraza o en un parque "juntos". Y digo "juntos" y no juntos porque no es lo mismo. La diferencia está en la comunicación. Los jóvenes que están juntos se pasan las horas hablando, riendo, gastando bromas y un largo etcétera, pero los que están "juntos" simplemente están sentados uno al lado de otro cada uno con su móvil y pendientes de las redes sociales. 
Reconozco que estas cosas tienen también una parte buena. Es cierto que, personalmente, he recuperado el contacto con gente que hacía años que no veía, he conocido a gente increíble que me hace pasar momentos irrepetibles, me ayuda a tener cerca a aquellas personas que me importan y, por supuesto, me han permitido que mis queridos De-Mentores Hipsters no caigan en el olvido. Pero también es cierto que prefiero una tarde entera con cualquiera de ellos que un día hablando por el famoso Whatsapp.
Sinceramente, no estoy en contra de las redes sociales ni de Internet. Me siguen pareciendo muy útiles pero verdaderamente, ¿de qué vale tener 100 amigos en Facebook si cuando tienes un problema no acuden ni la mitad?

domingo, 1 de diciembre de 2013

Amor

Te despiertas un buen día y sales a la calle. Todo está como siempre, las mismas calles, las mismas personas, los mismos semáforos estropeados, todo. Pero entonces, lo ves. Camina despreocupado calle abajo de la mano de una desconocida. Sabes que es él porque esa forma de caminar es única. Sientes que el corazón te da un vuelco. Es una sensación extraña. Una mezcla de alegría, dolor, odio y envidia. No puedes parar de mirar a la desconocida e imaginarte a ti misma en su lugar. 
Es entonces cuando recuerdas el día en que os conocisteis, la primera conversación. Recreas en tu mente cada detalle. Vuelves a sentir cómo tu estómago se revela por los nervios. Se dibuja de nuevo esa sonrisilla en la cara. Y te preguntas de nuevo, ¿por qué? ¿por qué habéis acabado así?
Nadie lo sabe. Simplemente pasó. En el fondo sabes que lo sigues queriendo, sabes que no puedes olvidarlo. Y eso te hace sufrir. Sufres porque lo quieres. Sufres porque te gustaría estar a su lado. Sufres porque no sabes en qué te has equivocado. Pero sobre todo sufres porque el amor corre por tus venas.
Todas las noches te acuestas pensando en él, en vuestras conversaciones. Echas de menos darle las buenas noches y que te dé los buenos días. Echas de menos esos mensajes sin motivo a cualquier hora del día. Echas de menos ese abrazo incómodo e inexplicable. Echas de menos el roce de sus manos en tu piel. Echas de menos sus explicaciones, sus conocimientos. Lo echas de menos. 
En el fondo deseas mandarle un mensaje. Volver a hablar con él. Preguntarle qué es lo que pasó, por qué no te volvió a hablar. Deseas explicarle por qué dejaste de seguir sus pasos. Pero no puedes. No puedes porque en el fondo sabes que ya no le importas. Está con otra. Y eso te mata. Porque todo se acabó cuando ni siquiera había empezado.  
Das media vuelta e intentas olvidar su imagen agarrado de la mano de una desconocida. Las lágrimas caen silenciosamente por tu rostro. Intentas detenerlas pero es imposible. Decides refugiarte en lo único capaz de calmar ese dolor tan grande, la música. Te hace sentir a salvo, te transporta a un mundo donde el dolor no existe. Es tu escondite particular, allí eres importante. Pero nada de eso funciona. Cuando crees que ya lo has olvidado, te das cuenta de que es todo mentira. Lo único que has hecho es construir un muro para contener esos recuerdos. Simplemente evitas pensar en él. Pero el sufrimiento sigue ahí porque todavía lo quieres. Más de lo que él se puede imaginar. 愛

sábado, 19 de enero de 2013

Presentación


¡Hola amigos!
No sé muy bien por qué creo este blog pero a veces se necesita un sitio donde poder reflexionar. Me gusta escribir, me ayuda a pensar y creo que este puede ser un buen sistema. No sé exactamente qué tipo de publicaciones hallaréis, supongo que de todo un poco pero espero que participéis y me ayudéis a mejorar poco a poco este rincón.
Recordad, la respuesta no es la huida.